Ser, y sobre todo convertirse en una persona adulta en el siglo XXI – es decir, en un mundo complejo, de cambio rápido y, también, lleno de contradicciones- no es una conquista definitiva. No es un objetivo que se puede lograr de una vez por todas, es un proceso, un recorrido no siempre lineal, sino más bien laberinto y problemático. En este camino de afirmación y re-afirmación continua de la propia identidad adulta, el individuo puede experimentar hoy varias transiciones, momentos de crisis, y a menudo se encuentran experimentando situaciones de precariedad y vulnerabilidad. Hasta un pasado no muy lejano, el desarrollo de la identidad adulta, sus funciones y compromisos sociales constituían el resultado de una trayectoria de vida bastante regular, que se configuraba, en un sentido evolutivo y aumentativo, desde todos los puntos de vista: físico, psicológico y social. Convertirse en adulto significaba simplemente haber crecido, adquiriendo los rasgos de la madurez relacionados con una época de vida sólida, segura, completa. Las principales teorías del desarrollo humano, de matriz psicológica, nos han dado una representación de la vida útil constituida por estadios, etapas, fases consiguientes, en una progresión del desarrollo que va desde la niñez y la adolescencia, pasando por la edad evolutiva por excelencia que es la edad adulta, y de allí a la senilidad. Esas teorías preveían para cada etapa tareas evolutivas específicas: los adultos tenían que ocuparse de la generatividad y la productividad, en un sentido amplio. También la asunción de la responsabilidad, constituyéndose en modelos de referencia, para la generación más joven. Hoy obviamente estas tareas no han desaparecido, pero la identidad adulta se ha convertido, como otras cuestiones existenciales y sociales, en algo más incierto, menos clara en sus fronteras, más líquida. Han cambiado – o se han adelantado, también porque la esperanza de vida se ha extendido – los hitos que marcaban de manera inequívoca e irreversible el ingreso en la vida adulta: el matrimonio, la paternidad, la autonomía económica y vital, el final de la formación y la entrada estable en el mundo del trabajo. También desde el punto de vista del comportamiento y la mentalidad, hoy se registran incertidumbres, desvinculación y huida de la responsabilidad. En relación con la edad adulta y no por casualidad, se habla ahora de juventud, síndrome de Peter Pan, inmadurez, adultescencia, y es difícil determinar si la crisis económica y social que estamos experimentando en el mundo occidental ha generado estos fenómenos o si, por el contrario, es una crisis antropológica profunda que genera una desorientación más general. Sin duda, la situación es multidimensional en su causas y en sus implicaciones. Sin embargo, hay una dimensión interesante y alentadora del asunto: Si el adulto, hoy en día, es un sujeto no estático, sino en continuo cambio, esto significa que dicho sujeto puede seguir evolucionando, para mejorarse, para volverse más y más adulto, es decir, que puede consolidar continuamente su conciencia, responsabilidad, intencionalidad y autonomía. Hoy más que nunca, ser y convertirse en adultos está caracterizado por procesos educativos, por un aprendizaje permanente, no solo en el plano profesional en sentido estricto, sino también sobre todo en el nivel de la ciudadanía y de la autodeterminación Individual y social. En las múltiples transiciones que el adulto contemporáneo atraviesa en su ciclo de vida destaca, como un elemento significativo, su voluntad de cuestionar sus propios deseos y necesidades de cambio, las condiciones que determinan la calidad de su proyecto de vida y las relaciones entre educación, trabajo, política y otras esferas de su pensamiento y acción. El adulto de hoy es, en última instancia, un adulto que expresa la necesidad de continuar educándose a sí mismo, sea tanto en lo que respecta a los Alfabetos, en plural, como a los conocimientos, las herramientas y las estrategias de comprensión, Interpretación y participación que le permitan lidiar de una manera competente y ética con los muchos desafíos que plantea el mundo contemporáneo.