Hola, es un gusto saludarte nuevamente. En las lecciones anteriores tuviste la oportunidad de conocer e interiorizar las características de dos clases de textos distintos: los narrativos y los expositivos. Este nuevo módulo se dedica, sin embargo, a una tercera categoría, los textos argumentativos. Los objetivos de aprendizaje para esta lección son: identificar los principales tipos de argumentos, utilizar evidencias válidas para conformarlos, y formular textos convincentes y bien estructurados. Iniciemos. Seguramente, alguna vez te has visto en una situación en la que tú y un amigo no se pueden poner de acuerdo. Ante la necesidad de tomar una decisión, lo más seguro es que cada quien exponga su punto de vista, seguido de los motivos por los que considera que ese, y no el otro, es el parecer que debe acatarse. Este intercambio de ideas y razones enfocado en convencer a una persona, específicamente sobre un tema determinado mientras se defiende una postura que está ya definida, se llama argumentación. Los argumentos son unidades complejas compuestas por una idea central, un conjunto de ideas de soporte y una conclusión. Su propósito principal es dotar de razones válidas a una idea para que ésta pueda fundamentarse sólidamente y, por consiguiente, convenza al interlocutor o al público. Ahora te estarás preguntando, ¿cómo es que se puede argumentar adecuadamente? Cuando argumentamos, lo primero que debemos hacer es pensar en las características del potencial receptor de nuestros argumentos y nuestro mensaje. Con base en el público al que esperamos impactar, organizaremos la información seleccionando las evidencias y, además, tendremos la oportunidad de constituir los argumentos que nos resultarán más efectivos. Pero entonces, ¿qué es una evidencia? La evidencia es información útil que sirve para sustentar la idea central de un argumento, que se llama tesis. Existen muchos tipos de evidencias, por ejemplo: datos numéricos, hechos o acontecimientos, anécdotas, ejemplos, proposiciones lógicas, etcétera. Cada tipo es útil para circunstancias determinadas, por lo que es muy importante tener en cuenta el perfil del receptor para elegir las más efectivas. Si existen diferentes tipos de evidencias, entonces, ¿quiere decir que existen distintos tipos de argumentos? Así es, los tipos de evidencias te pueden ayudar a definir el tipo de argumentos que puedes utilizar. Piensa que para defender una idea o fundamentar una opinión puedes emplear una variada cantidad de recursos distintos. Cuando utilizamos una cita textual, una máxima reconocida, un refrán o las palabras de un personaje ilustre o de un especialista, hemos empleado un argumento de autoridad. Cuando, por ejemplo, citamos eso, un ejemplo real o inventado a propósito de la situación, se trata entonces de un argumento de ejemplificación. Si nos valemos de un dato verificable y específico como podría ser un acontecimiento reciente o del pasado, una estadística o una experiencia real y replicable, estamos entonces recurriendo a un argumento de hecho. Al invocar una verdad convencionalmente aceptada por la relación causa-efecto que supone, estamos entonces ante un argumento racional. Mientras que, si aludimos de manera implícita o explícita a algún sentimiento, nos toparemos entonces con un argumento afectivo. Si tienes presente esta clasificación y conoces bien a tu público o a tu interlocutor, te será muy sencillo ejercitar la persuasión. Continúa con el siguiente vídeo de esta lección en el que podrás analizar, con mayor profundidad, los tipos de argumentación presentes en el discurso cotidiano.