[MÚSICA] [MÚSICA] Todos intuimos que para que un trabajo nos pueda hacer feliz, nos tiene que dar la oportunidad de lucir nuestros talentos. En definitiva, la felicidad consiste en sacar a la luz lo mejor de nosotros. Nos sentimos realizados cuando ponemos en juego nuestras mejores destrezas y nos frustra sentirnos desaprovechados por no poder hacer lo que mejor nos sale. Los psicólogos distinguen entre dos tipos de experiencias positivas, las que nos producen placer y las que nos producen disfrute. El placer está asociado a sensaciones físicas que gozamos sin necesidad de poner en juego nuestras habilidades características. Es el placer que nos da darnos un chapuzón en el mar, ver una película o degustar un helado. Cuando hablamos de disfrute, en cambio, nos referimos a actividades que desafían nuestras habilidades y que por eso experimentamos como una oportunidad de aprendizaje o superación. Disfrutamos de un partido de tenis, de un hobbie, nuestra tarea profesional u hogareña en la que sentimos que podemos poner en juego lo que mejor sabemos hacer. El disfrute es transformador, pero el placer no. La felicidad está más asociada al disfrute que al placer, porque el placer se desvanece acabada la experiencia, pero del disfrute salimos crecidos y somos más fuertes. Un talento es una capacidad elástica, es decir, una capacidad que nos ofrece continuas oportunidades de mejora y de aprendizaje. Una persona talentosa en una disciplina es aquella que siempre puede hacerlo un poco mejor. Viste cómo los atletas o los artistas parece que se reinventan, ¿no? Y encuentran nuevas maneras de sacar partido a sus condiciones. A más maestría más capacidad de aprender y mejorar. En cambio, una persona que no tiene talento para cantar, por ejemplo, quiere decir que su capacidad para el canto es inelástica; puede cantar desafinadamente, pero no puede mejorar. El talento de los talentos es aquel que nos permite llevar al límite nuestras capacidades de mejora. Ese arte del que sabe forzar una situación de aprendizaje o superación. Pero ¿qué es entonces lo que vuelve atractiva una actividad que hace feliz a quien la realiza? Diseñar una actividad atractiva no consiste en convertirla en una tarea amable, cómoda y accesible. Sin duda que es positivo dar beneficios y comodidades a los empleados, pero esto no resuelve la falta de atractivo de una actividad. Diseñar una actividad atractiva es diseñar un desafío. Nadie juega al tenis porque es refrescante y cómodo, sino porque le atrae el desafío de poner siempre la pelota en el lado rival. Liderar personas es desafiarla. El desafío es el nombre de la actividad, el modo en que esta se define. Liderar personas es ayudar a que cada uno encuentre en lo que hace un desafío personal y movilizador. Los desarrollos en torno al concepto de Flow, explican que para que un desafío pueda ser atractivo, necesita reunir tres condiciones. Primero, tiene que ser provocador. Esto quiere decir, en primer lugar, que tienen que interpelar habilidades concretas de la persona. Nos sentimos provocados por una tarea cuando esta desafía alguna de nuestras mejores fortalezas, cuando nos ofrece una oportunidad de llegar un poco más lejos en nuestras capacidades personales. Pero además en el mundo del trabajo, los desafíos para ser provocadores, no pueden ser un simple juego de habilidades sin sentido ni impacto. Los desafíos en el trabajo para ser provocadores, no solo deben interpelar lo que sabemos hacer, sino que deben dar relevancia a esas habilidades, deben darnos la oportunidad de ponerlas en juego en algo que valga la pena. El trabajo que se disfruta es aquel que no solo nos hace sentir más competentes, sino también más importantes porque lo que sabemos hacer es útil para otros. Lo más provocador de un trabajo es hacer algo que impacte positivamente en la vida de otras personas. Así lo demuestra un reciente estudio realizado por la universidad austral entre empleados del mundo corporativo, donde los entrevistados se mostraron más sensibles a la evaluación de impacto que a la de desempeño. La encuesta comprobó que quienes percibían como relevante su trabajo, estaban más identificados con lo que hacían que quienes solo recibían feedbacks positivos sobre su desempeño. Conclusión. La primera condición que debe reunir un desafío es que sea provocador para nuestras habilidades y para nuestro afán de hacer una diferencia en el mundo. Pero además de provocador un desafío, para convertir en atractiva una actividad, debe poder ser traducido en tareas concretas. Saber qué pasos nos conducen a la meta es un requisito imprescindible para disfrutar de una caminata. La magia de una organización consiste en traducir grandes desafíos en metas concretas, de modo que resulte claro lo que hay que conseguir a cada paso. Los juegos son atractivos porque concentran nuestra atención en objetivos claros, uno sabe lo que debe hacer a cada momento, no hay dudas que dispersen la atención, y cuando estamos alerta y enfocados podemos sacar mayor partido de nuestros talentos. Finalmente, una actividad desafiante para ser atractiva, debe darnos un feedback continuo que nos permita optimizar nuestra actuación, y entender en tiempo real lo que estamos haciendo. Esta es otra de las grandes fortalezas que debe cultivar una organización si quiere tener empleados que disfruten de su trabajo. ¿Qué pasa cuando un empleado hace lo que tiene que hacer? ¿Qué ecos escucha? ¿Qué información recibe para mejorar su actuación? El feedback es un arte que está en el ADN de un buen líder y en la cultura de una organización que quiere catalizar el mejor talento de su gente. En definitiva, una actividad atractiva, una actividad que se puede disfrutar es aquella que nos ofrece, en primer lugar, la oportunidad de poner en juego nuestras mejores habilidades y nuestro afán de hacer algo valioso en el mundo. En segundo lugar, que puede traducirse en tareas concretas. Y en tercero, que nos brinda continua información para optimizar nuestra actuación y mejorar. [MÚSICA] [MÚSICA]