En este momento, lo importante no es hacer una clasificación exhaustiva de los conceptos. Lo importante es pensar que la gestión de riesgos hoy en día es un poco más amplia, es una gestión que hace mucho énfasis en la evaluación. Es una gestión que debe hacer énfasis en el respeto de otros imaginarios, de la cultura de otros pueblos y de las oportunidades que ese proceso implica para reducir el riesgo de forma integral. Por su importancia, es útil que retornemos a la gestión correctiva. Ésta se debe concentrar en el riesgo existente y se fundamenta en una adecuada evaluación del riesgo. La tarea en este caso es sumamente compleja, porque el riesgo existente tiene una dimensión objetiva o material y, también, una dimensión subjetiva que depende de cómo entendemos, valoramos, priorizamos o aceptamos el riesgo. De esa cuenta, la gestión correctiva debe partir del conocimiento del riesgo, pero debe abarcar también los medios para que la gente se posicione frente al riesgo para tomar acciones que conllevan costos. Por ejemplo, una comunidad de escasos recursos en una ladera inestable, puede tener muchísimas carencias y problemas que pueden ir desde la falta de servicios públicos, hasta condiciones de inseguridad causadas por la violencia común. En ese contexto, la evaluación del riesgo puede mostrarnos un nivel de riesgo alto, pero las medidas para corregir el riesgo pueden tener costos elevados, como la necesidad de trasladar a una parte de la población o la construcción de obras físicas. Incluso con apoyo externo, la gestión correctiva puede tener altos costos para las personas más vulnerables. Por esa razón, es importante combinar las acciones técnicas con procesos de soporte que pueden ir en áreas de educación, organización y en el trabajo intenso con la comunidad. En América Latina, como en otras regiones, la urbanización acelerada y el cambio climático hacen necesaria que la gestión correctiva se lleve a cabo de manera integral y, en ocasiones, la gestión se enfrenta a procesos de acumulación de riesgo que pueden ser abrumadores. Por eso, lo más importante es visibilizarla, y lo segundo es tratar de acometer la gestión correctiva a través de procesos integrales desde el Estado, con el concurso de comunidades y otros sectores. A partir de lo anterior, no perdamos de vista que la reducción del riesgo de desastres incluye la gestión correctiva, de la cual ya hemos hablado, y la gestión prospectiva, que nos interesa enfatizar en este momento y explicar un poco cuál es su sentido. La gestión prospectiva, a diferencia de la gestión correctiva, se concentra en evitar la construcción de nuevos riesgos. Esto puede lograrse mediante la legislación, las políticas públicas, los planes para el uso del territorio y, también, a través de instrumentos como los códigos de construcción. En perspectiva, la gestión prospectiva, podría parecer no tan compleja, pero con frecuencia este tipo de gestión enfrenta problemáticas porque incide en actividades públicas y privadas generadoras de riesgo, actividades empresariales, que ven en la gestión prospectiva un proceso que regula, que impone códigos, que a veces se acompaña de tasas o de impuestos y esto genera controversia social. La gestión prospectiva, del mismo modo, no es únicamente un conjunto de normas, de regulaciones, de prohibiciones o de multas. La gestión prospectiva en realidad es mucho más compleja y debería acompañarse de planes desde el Estado, planes que integren diferentes sectores y esto tiene costos altos, como lo hemos mencionado antes. Algunas actividades que pueden verse afectadas por la gestión prospectiva son la construcción, la ganadería, la agricultura, la minería. Esta última, tiene impactos potenciales porque algunas actividades mineras contaminan el medio ambiente y las regulaciones para proteger al medio ambiente, en cierto momento, pueden generar también dificultades para que la gestión prospectiva sea efectiva, que tenga el alcance que se necesita. De hecho, el cambio climático, como un proceso global, es hoy en día un tema que alberga grandes controversias y que tiene que ser abordado a nivel de un conjunto de naciones para que podamos tener un planeta sostenible en el futuro. Podemos detenernos un momento y pensar en la gestión prospectiva como un proceso que se enfoca únicamente en desastres, en contaminación, en inundaciones. Pero, podríamos aprovechar ese concepto de gestión prospectiva para hablar acerca de otros riesgos. Por ejemplo, algunos gobiernos están empeñados en reducir en su población la ingesta de azúcares, que por lo regular van en bebidas carbonatadas y en otros productos. Esta ingesta excesiva de azúcares ha demostrado su relación con enfermedades crónicas, con sobrepeso, con hipertensión, con diabetes. De esa cuenta, un gobierno que está gestionando riesgos para su población podría apoyarse en el concepto de gestión prospectiva para imponer regulaciones, para ejercer procesos de control o para promover procesos de educación pública, que incidan en el consumo excesivo de azúcares, como también podrían hacerse ejemplos con otras formas de consumo humano. Entonces, podemos ver que la gestión prospectiva tiene diferentes formas en las cuales aporta instrumentos para que podamos contemplar el riesgo y tratar de reducirlo. En resumen, la reducción del riesgo de desastres incluye a la gestión correctiva y a la gestión prospectiva. Pero, es aún necesario hablar acerca de la gestión compensatoria, que ocurre cuando el riesgo se materializa o se aproxima en el tiempo. Esta gestión se orienta a dos grupos de acciones que, como mencionamos antes de forma general, son la gestión reactiva, que es básicamente la respuesta a emergencias y desastres, y la transferencia o la financiación del riesgo, que incluyen múltiples posibilidades, incluyendo los seguros como coberturas basadas en contratos, la seguridad social como sistema para distribuir el riesgo y otras formas como la financiación del riesgo que, por lo regular, la llevan a cabo los estados. Algunos ejemplos acerca de la gestión reactiva podrían ubicarse en el desarrollo de sistemas de comando, sistemas logísticos para la respuesta, el desarrollo de planes de preparación y respuesta, en casos de eventos mayores. Es decir, la gestión reactiva es muy amplia e incluye a los procesos de respuesta a emergencias y desastres. No perdamos de vista que junto a la gestión compensatoria, la gestión reactiva, que ya hemos abordado, se acompaña de la transferencia y la financiación del riesgo. En ese sentido, es bueno mencionar que la transferencia de riesgos puede incluir a los seguros, que se basan en la distribución del efecto de determinados siniestros en un grupo mayor de asegurados, que pueden ser personas o instituciones. También mencionamos que los seguros, junto a los sistemas de seguridad social, pueden contribuir de forma importante para que las personas, las instituciones, las comunidades, se recuperen de forma oportuna, eficiente, después de que ocurra un evento dañoso. Finalmente, la transferencia de riesgos puede observarse en una manera diferente en algunas comunidades, en las cuales la preparación incluye que las familias apoyan como conjunto a las personas afectadas por un evento dañoso. Estas formas de solidaridad basadas en la cultura local también son importantes y representan una forma de transferencia de riesgos. Así también, la financiación del riesgo, algunas otras medidas eminentemente financieras desde los Estados, tienen incidencia en la capacidad de recuperación. Algunos países, incluso algunas instancias municipales, cuentan con fondos específicamente diseñados para la recuperación en caso de una emergencia mayor o de un desastre.