Aquí, quiero proponerles que vayamos al origen, que sería, para poner una fecha, 1982. En ese momento, México tiene que experimentar, que sufrir, diría yo, el final de un modelo de crecimiento económico, un modelo que estaba basado en un mercado interno protegido que había tenido bastante éxito, porque por varios años, por varios decenios, este país creció a un ritmo del seis por ciento anual de su Producto Interno Bruto, pero, llegó a una crisis que también coincidió con el final de un gobierno, el gobierno de José López Portillo. El país no crecía, estaba endeudado. La deuda se debió en buena medida a que ese gobierno de López Portillo apostó mucho a la exportación mexicana de petróleo, y el precio del combustible cayó y nos quedamos con una deuda. México es, casi históricamente, deficitario en su intercambio con el exterior, adquiere más bienes y servicios de los que produce. Pero, aquí tenemos el momento de una crisis de todo el sistema económico. Entonces, el siguiente gobierno, presidido por Miguel De la Madrid, se enfrenta a una decisión clave, mantener el mismo modelo de basar nuestro crecimiento económico en una economía protegida por aranceles, por procedimientos administrativos y seguir basando la producción mexicana en el mercado interno, o salir al exterior, volcarse 180 grados, casi, en su orientación, para hacer una economía exportadora. Eso requería un montón de sacrificios, había que desindustrializarse y eso ocurrió. Eso ocurrió bajo la presidencia de Miguel De la Madrid y como producto de la crisis. Y esa presidencia desembocó en la de Carlos Salinas de Gortari, donde se tomó una decisión crucial para las relaciones de México con su vecino y para la naturaleza misma de la sociedad mexicana, firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y con Canadá, dos economías muy distintas de la nuestra. La economía norteamericana es gigante, poderosa, y la nuestra estaba en serios problemas. De un crecimiento aceptable, pasó a un decrecimiento, y luego, con muchas dificultades, manteniendo un crecimiento mediocre. Entonces, este tratado entre desiguales, eso hay que subrayarlo, implicaba aceptar que la naturaleza de nuestra economía, de nuestra actividad cotidiana, iba a cambiar. De ahí en adelante, tendríamos que pensar mucho en exportar, en buscar el mercado norteamericano, en encontrar nuevos nichos ahí y deshacer mucha de la industria que se había creado, sobre todo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, en México. Son formas de vida, formas de ver a México, de concebirnos a nosotros mismos. De una cierta autonomía económica teníamos que pasar a una dependencia muy clara frente a los Estados Unidos y la decisión se tomó. Entonces, México entró de lleno en un doble proceso, el de la globalización, si ya no teníamos defensas frente a la avalancha de productos del exterior, se suponía que tendríamos también la oportunidad de mandar una buena cantidad de productos a otros mercados. Con la apertura de la economía hacia el norte, la relación con Estados Unidos se hizo bastante compleja, el centro es este: inversiones, exportaciones, pero, a la vez se está dando otro fenómeno u otros fenómenos. El fenómeno de una migración de mexicanos creciente hacia los Estados Unidos. Algunos van con documentos y son aceptados de manera legal, pero, otros entran a ese enorme mercado de mano de obra sin documentos y va haciéndose una mancha mexicana en todo Estados Unidos, hasta en Alaska. Una mancha que está regulada a veces, y sin papeles, sin permisos en la otra. Pero, hay, además, otro problema que está también bien claro en la geografía y la naturaleza de nuestra relación, el narcotráfico. El narcotráfico tiene en Estados Unidos su principal mercado y México es productor y paso, además, de drogas de otros países. Así, que nuestra agenda vaya que sí estaba complicada. A partir de estos años, de fines de los 80, principios de los 90, una gran integración económica con una buena dosis de inversiones norteamericanas aquí, la presencia de una parte de la nación mexicana en los Estados Unidos, legal o sin papeles, y el problema del narcotráfico, un problema creado por la existencia de un gran mercado para las drogas mexicanas y sudamericanas que pasaban por México, más la existencia de un comercio de armas muy libre, demasiado libre en Estados Unidos, que se introducía sin grandes dificultades a México y que realmente armó ejércitos del narcotráfico, que se pudieron enfrentar directamente a las autoridades mexicanas y en algunos casos, incluso, implantar un dominio territorial. Todo esto forma parte de la compleja relación con Estados Unidos en esta parte final del siglo XX. Pero, ya veremos otros problemas y la raíz de esto, echando una mirada hacia atrás, en el siguiente programa.