En el año 1907 nacía John Bowlby. Un psicoanalista inglés, contemporáneo a Donald Winnicott y Heinz Kohut. Bowlby, en su trabajo en el hospital comenzó a observar el sufrimiento de los niños cuando sus padres los dejaban solos durante días, internados por una cirugía o por enfermedad. Comienza a estudiar y a observar cómo reaccionan las personas y los animales frente a las pérdidas y frente a las separaciones. Así, basándose en el experimento de Harlow con monos Rhesus y en sus observaciones de niños, comenzó a cuestionar algunos supuestos teóricos del psicoanálisis. El experimento de Harry Harlow consistía en colocar dos monos artificiales a disposición de un mono pequeño. Uno de estos monos era de metal y tenía un biberón y el otro no tenía biberón, pero el metal estaba recubierto por una piel suave. Harlow observó que el mono pequeño pasaba la mayoría de sus horas con el mono de piel y se acercaba al mono de metal, solamente, cuando tenía hambre. Posteriormente, Harlow complejiza el experimento. En un momento dado, suena un ruido fuerte, ensordecedor, que asusta al mono pequeño. Lo que observaron, en experimento, es que frente al miedo, el mono pequeño recurría al mono de piel para resguardarse y no al mono de metal con biberón. Bowlby toma algunas conclusiones de estos experimentos de Harlow, y define que: el apego es una conducta por la cual, ante una situación de zozobra, el ser humano busca a otra persona en búsqueda de protección y calma. El apego es, entonces, una conducta instintiva que se activa en los momentos de peligro y que se desactiva cuando se logra la cercanía. Bowlby llegó a la conclusión que la tendencia del niño a formar un vínculo fuerte y, fundamentalmente, con una figura materna, forma parte de una herencia arcaica cuya función es la supervivencia de la especie, es decir, la protección frente a los depredadores en el contexto de la adaptación evolutiva. Además, hay funciones cerebrales cuya maduración neuronal se logra con el vínculo humano, tales como: hablar, caminar o jugar. El cerebro humano necesita del vínculo para madurar. Un apego seguro es el que permite la exploración del mundo externo. Un niño con apego seguro, le interesa el mundo y es curioso por conocerlo. Es por esto que se dice que muchos de los déficit en el aprendizaje se relacionan con problemas con la figura de apego. Un apego seguro es el que calma y a su vez enseña a regular las emociones. Las emociones en los niños, al comienzo son intensas, extremas, tremendista, catastróficas y son los padres quienes van ayudando y enseñando a regularlas, medirlas e integrarlas. Bowlby afirma que la búsqueda de cercanía y del vínculo es una de las motivaciones más importantes de la conducta humana, a punto tal, que el niño puede llegar a deformar su personalidad, a disociarse o desconectarse de lo que siente con tal de conservar el vínculo con sus figuras de apego. Los estudios de Bowlby fueron luego utilizados para comprender la conducta de niños maltratados y abusados por sus padres, comprendiendo su forma de reaccionar, muchas veces, a partir del maltrato que recibían de sus padres. Los niños necesitan de sus figuras de apego para su supervivencia.