[MÚSICA] Cuando estudiamos el relato que lleva por título los Funerales de la mama grande, uno de los asuntos que más llama la atención a un lector contemporáneo es el tipo de construcción de los periodos oracionales. Se trata de frases cortas, de unas frases abigarradas que están de alguna manera como mostrando la riqueza de un mundo que para las personas que llegaron a estos funerales era un mundo exuberante. Esa exuberancia se ve por ejemplo en la sintaxis, en la manera en que se van acumulando cosas en los periodos oracionales. El lector moderno que lee los funerales tiene una suerte de extrañeza al leer ese tipo de construcción oracional. Sin embargo para la historia de la formación de García Márquez ese tipo de construcción no es extraña, García Márquez en su biografía advierte por ejemplo el gran impacto que tuvo para él haber conocido a los autores del barroco, haber leído a Don Luis de Góngora, haber leído a Quevedo, conocer con detalle a Cervantes. En efecto, cuando uno rastrea la manera en que se elaboró ese texto con mucha facilidad tiene que remitirse a textos del siglo 16 o del siglo 17. Y en textos del 16 o del 17 encuentra que también allí se están usando por ejemplo un vocabulario particular, una sintaxis particular, hay una manera de construir el texto que es muy similar a lo que García Márquez hace en Los funerales de la mama grande. Lo que vamos a hacer ahora es lee con cuidado dos pasajes de textos muy diferentes, uno es un texto del siglo 17 de la nueva Granada en donde se narra cómo se hace la decoración de un altar. Y enseguida vamos a leer un pasaje de Los funerales de la mama grande en donde se presenta cómo era el ámbito en el cual se estaban haciendo los funerales. No quiere decir que un texto, el texto de García Márquez recupere al otro. Lo que recupera García Márquez es un tono, una manera de contar. Veamos con atención. Dice el texto del siglo 17, confesaron y comulgaron y asistieron a la misa nueva y sermón que hubo muy erudito y docto y luego asistieron a la procesión que se hizo por el claustro y patio de los naranjos entre arcos triunfales de olorosísimas flores adornados de diversos animales así vivos como muertos que toda la gente de aquella comarca había traído para aquél día muchos pájaros, iii y diversos racimos de frutas silvestres y de las cultivadas como naranjas, limas, limones, cidra, mamones, mameyes, cachipaes, guanábanas, guamas, pitayas, piñas, granadillas, chico zapotes, anones, plátanos y otras mil diferencias que cría aquél ameno y fértil país de los que los arcos estaban adornados y variados y el suelo lo estaba con plantas, palmas, juncias, rosas, trébol, yerbabuena y otras hierbas olorosas de que abundan en la tierra. Ese texto es un texto del siglo 16, en ese texto se nota de alguna manera la exuberancia del paisaje, la exuberancia y la riqueza de la tierra, los bienes que da esa tierra. El texto enumera por ejemplo el tipo de animales que se ponen en ese altar, el tipo de plantas con las que se decora el piso, alude a los olores que hay. Algo similar sucede en el texto del, perdón, de los Funerales de la mama grande. También acá se está de alguna manera haciendo una enumeración de lo que se está vendiendo en una plaza en medio de esa conmemoración llamémosle de alguna manera, que son los funerales. Leamos por ejemplo, era como el recuerdo de otra época, y ahí está la primera pista. Era el recuerdo de otra época. Hasta cuando cumplió los 60 la mama grande celebró su cumpleaños con las ferias más prolongadas y tumultuosas de que se tenga memoria. Se ponían damajuanas de aguardiente a disposición del pueblo, se sacrificaban reses en la plaza pública y una banda de músicos instalada sobre una mesa tocaba sin tregua durante tres días. Bajo los almendros polvorientos donde la primera semana del siglo acamparon las legiones del coronel Aureliano Buendía se ponían ventas de masato, bollos, morcillas, chicharrones, empanadas, butifarras, caribañolas, pan de yuca, sal mojada, buñuelos, arepuelas, hojaldres, longanizas, mondongos, cocadas, guarapo, entre todo género de menudencias, chucherías, baratijas y cacharros y peleas de gallos y juegos de lotería. En medio de la confusión de la muchedumbre alborotada, se vendían estampas y escapularios con la imagen de la mama grande. En los dos textos como podemos ver está la lógica del barroco, una lógica que supone un exceso de sensorialidad, de alguna manera como que los sentidos están llamados a aparecer acá. Aparecen los olores, los sabores, los colores, la multitud, toda la enumeración, todo el abigarramiento, toda la exageración, están metidos en los dos textos. Repito, no se trata de que García Márquez haya tenido en cuenta un pasaje de un texto del siglo 17 para escribir varias escenas de los Funerales de la mama grande. De lo que se trata es que García Márquez cuando hace estas descripciones o en otro momento, cuando hace por ejemplo largas descripciones en una novela como el Otoño del Patriarca, lo que tiene en mente es un tipo particular de narrar. Un tipo particular de escribir literatura que García Márquez había encontrado en los autores del barroco.