Al igual que otros procesos cognitivos, la memoria se ha investigado en la psicología desde finales del siglo XIX y lo más interesante es que sigue siendo un campo por explorar. Gracias a estas primeras investigaciones realizadas por el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus, se identificó que la memoria tenía una alta capacidad de almacenamiento y que se regulaba con el olvido. Hoy en día sabemos que no existe un solo lugar donde se procese o se guarde la información, sino que el proceso de memorización implica comunicación entre neuronas, diferentes áreas, tanto de la corteza cerebral como del sistema límbico en especial el hipocampo. En todo caso, podemos decir que el lugar de almacenamiento son los mapas neuronales. Por ejemplo, un recuerdo, como tomar una flor del campo, tiene diferentes componentes, tanto sensoriales, como el aroma, motores, como el movimiento para tomarla, y emotivos, como a quien se la quería regalar o quien me acompañaba en ese momento. Cada uno de estos elementos se procesa en diferentes áreas del cerebro y, cuando recordamos, se vuelven a estimular esos diversos elementos. El proceso de memorización está muy de la mano con el proceso de olvido. Gracias a esta relación compleja podemos considerar que la memoria humana es ilimitada. Para llegar a elaborar un recuerdo, se requieren varias etapas o fases: la primera etapa implica la codificación, preparar la información que es captada por los sentidos después de la atención y la percepción. Almacenarla sería la segunda etapa, organizar los datos que fueron captados para que estos puedan ser utilizados posteriormente. Y por último la etapa de recuperación, es decir, que los datos que fueron almacenados previamente y que son importantes, hay que recordarlos. Por ejemplo, el número de identificación personal o UNIP en tu tarjeta. Cuando vas a pagar, es indispensable recordarlo, en ese momento es importante, luego pasa a otra sección de la memoria. A lo largo del proceso de memorización hay varios principios: el efecto serial, cuando tenemos varios elementos en una serie, los primeros que recordamos y los últimos, son los que se quedan por más tiempo. La repetición es otro de los principios, es decir, los elementos que se presentan más veces, se recuperan mejor, se mantienen por más tiempo y se recuperan más rápido. Y el efecto de asociación, este indica que si asociamos algo nuevo con algo que ya conocemos previamente, podemos retenerlo por más tiempo. Este principio también es interpretado como la impresión emotiva de los recuerdos. ¿Qué quiere decir? Que aquellos elementos que tienen una mayor intensidad emocional, se retienen por suficiente tiempo. Un mito es pensar que existe "la memoria", como hemos escuchado, es un "proceso de memorización", es decir, no hay una sola manera de procesar sino diferentes maneras, y por eso los llamamos "tipos de memoria". Una memoria es la memoria sensorial, la que capta la información por los sentidos y dura segundos. Puede ser olfativa, icónica, si se capta a través de la vista, ecoica, si se capta a través del oído o por estímulos verbales, y háptica, si se capta por la propiocepción o el tacto. Cuando el elemento dura más de unos segundos, esta memoria sensorial pasa a una memoria a corto plazo o también llamada "memoria de trabajo" o "memoria operativa". Es el término que utilizamos de manera más precisa, para identificar que es una memoria que me permite utilizar de siete a nueve elementos o estímulos por momento. La información que se almacena por más tiempo, se pasa a una memoria a largo plazo. Esta memoria puede ser por intención o por motivación, el considerarla. Puede ser implícita o explícita. A la memoria implícita también se le llama "procedimental" porque guarda acciones que nos permiten ejecutarlas sin necesidad de recordarlas. Por ejemplo, andar en bicicleta no nos representa un recuerdo forzoso. Conducir, cepillarnos los dientes, son muchas actividades que hacemos de manera automática o inconsciente. Otro ejemplo es cuando nos han dado una dirección y sabemos cómo llegar, porque ya hemos ido antes, aunque no veamos ni el número ni la calle. Esto lo hacemos gracias a la memoria procedimental. En cambio, la memoria explícita sí requiere una conciencia activa, porque implica el reconocimiento de personas, lugares o cosas. Puede ser "semántica", cuando estos datos son históricos o, cuando tenemos una relación directa con los datos, se le nombra "memoria episódica". Esos recuerdos personales, autobiográficos, que están cargados de emoción. Por ejemplo, acordarme de los héroes de la independencia de mi país, es una memoria semántica, pero acordarme cómo festejé el año pasado la independencia, es una memoria episódica. La memoria episódica es altamente sensible a las emociones, es decir, guarda los eventos de acuerdo a la intensidad de las emociones vividas en esa experiencia, independientemente si ésta fue agradable o desagradable. La memoria nos permite ir aprendiendo día con día, consolidar nuestra supervivencia como individuos y como especie. Gracias a la sociología podemos hoy hablar de una "memoria colectiva", es decir, recuerdos que como grupo de individuos podemos transmitir de una generación a otra.