Una pandemia que, en otras publicaciones, nuestro invitado de hoy ha mencionado como silenciosa es la de las enfermedades mentales y las adicciones. Y es que en los últimos años ha seguido creciendo la prevalencia de estos trastornos, afectando a más de 1.000 millones de personas en todo el mundo y siendo los trastornos adictivos una de las principales causas de muertes anuales relacionadas con el alcohol, el tabaco y otras drogas. Sin embargo, los tratamientos convencionales no solo han fallado en reducir las tasas de consumo, sino que, además, conllevan una elevada inversión en recursos sanitarios, humanos y económicos en nuestro contexto. Nuestro invitado de hoy es Antón Gómez-Escolar. Él es magister en psicofarmacología y drogas de abuso de la Universidad Complutense de Madrid, trainee en el Observatorio europeo de drogas y drogadicción, consultor en Main Line Health and Medicine, colaborador del proyecto Energy Control y del SAMUR de Proteccion Civil en Madrid, y se desarrolla como divulgador, comunicador e investigador de los riesgos y potencial médico de diferentes sustancias psicoactivas en el tratamiento de trastornos mentales y problemas emocionales, como la depresión, las adicciones y el estrés postraumático. Además, acaba de publicar su primer libro, "Guía esencial del renacimiento psicodélico", para continuar su labor en ampliar horizontes en esta problemática de preocupación mundial. Hoy nos acompaña para hablar de riesgos y daños en el consumo de sustancias. Bienvenido, Antón. Muchas gracias por hacer esta entrevista que, estoy segura, va a ser de gran ayuda para nuestro curso. Muchas gracias, Natalia. Un placer estar aquí. Antón, explícanos con tus palabras sencillas a quienes nos escuchan qué es esto de la reducción de riesgos y daños en el consumo de sustancias, por qué decimos que esto cambia el paradigma tradicional, los modelos tradicionales para abordar la problemática. La reducción de riesgos y daños es un enfoque muy simple de políticas públicas y de acciones en el ámbito de las drogas que persigue, básicamente, reducir lo más posible los daños que se pueden derivar del consumo de sustancias, así como los riesgos que también pueden acompañarlos. No se centra tanto en juzgar o en meter un elemento moral, como muchos enfoques tradicionales han hecho, sino que más bien entiende que el consumo de drogas existe, está ahí, y que una de las formas más efectivas de atajarlos es trabajar sobre los daños que pueden producir, es decir, reducirlos lo más posible para que la persona que haya decidido libremente consumir una sustancia, pueda reducir al máximo sus probabilidades de tener un problema de salud o problemas que, al final, son las razones por las cuales las drogas, en teoría, se prohíben; por tanto, trabajar sobre esos daños, esos riesgos debería de mitigar la problemática que percibimos en el uso de drogas. Perfecto, Antón. Entonces, un poco, ya nos dejas ver hacia dónde va la problemática desde este modelo, pero si tuvieras que definir, en pocas palabras, dónde reside la problemática para quienes pueden tener la idea de que esto puede perpetuar el consumo, ¿qué es lo nuevo? ¿Qué les diríamos? Es importante pensar cuál es el motivo por el cual las drogas están proscritas o se perciben de manera muy negativa en nuestra sociedad y, fundamentalmente, es que pueden producir problemas de salud, adicciones, problemas sociales. Pero, al final, si lo pensamos bien, no es la sustancia en sí misma la que produce este elemento, sino es el tipo de uso que se le dé. De hecho, muchas de las drogas ilegales actualmente son sustancias que están aprobadas para uso médico y que se usan con seguridad en medicina. Eso quiere decir que existe una forma de utilizarlas que no conlleva esos riesgos o esos problemas que vemos en la calle. Y eso es porque ese tipo de uso es un uso que es informado, es un uso con mayor cuidado, con mayor prevención, con mucha más información, con todo tipo de elementos que reducen los riesgos y los daños, y eso es lo que se trata de llevar un poco al consumo de sustancias en ámbitos más bien ilegales, recreativos, lúdicos, según cómo se quiere entender. Al final, lo importante no es tanto si se consume más o menos sustancia; lo importante es cuáles son los efectos sobre la salud de las personas y las comunidades de ese consumo de sustancias. Si ese consumo no acarrea problemas de salud, no acarrea problemas de higiene, entonces no habría un motivo para que eso fuese un elemento de preocupación para la población general. Listo, Antón. Muy claro. Esto nos lleva a mirar al foco del problema desde otro lado, y aquí te quiero traer una pregunta relacionada con el papel del contexto. Sé que este paradigma amplía su visión a no únicamente el individuo, sino también cómo forman parte otras variables; es decir, más allá de lo individual, ¿qué otras influencias podemos entender en esta problemática? Efectivamente. Los modelos tradicionales se centran, fundamentalmente, en el individuo y la sustancia; es decir: ¿qué sustancia es? ¿En qué cantidad se está tomando? ¿Qué toxicidad tiene? ¿Está adulterada? ¿No está adulterada? Al final, el enfoque de reducción de riesgos y daños, lo que también estudia es más la interacción entre los tres elementos básicos de lo que se conoce como el triángulo de Zimberg, que es esa interacción entre el individuo, la sustancia y el contexto. Al final, no se puede entender una problemática de drogas, simplemente, aislando uno de los elementos; hay que entender la relación entre los tres. Porque, por poner un ejemplo muy sencillo, no es lo mismo un consumo de un opioide en un entorno hospitalario, después de una operación, prescrito por un médico que el consumo de ese mismo opioide en un contexto de calle en una persona con problemática social que lo utiliza como una evasión de sus problemas. Estaríamos hablando de exactamente la misma sustancia, pero hablaríamos de contextos totalmente diferentes y los riesgos son totalmente diferentes. Y si no entendemos esa foto con esos tres elementos y su interacción es muy difícil que podamos entender bien los riesgos, las problemáticas a las que puede estar sujeta cada persona y, por tanto, cómo podemos, de algún modo, prevenir o reducir los daños que se pueden derivar de cada una de ellas. Okey, Antón. Entiendo que el enfoque más tradicional que nos mencionabas también ha perpetuado la imagen del consumidor desde lo negativo, desde el estigma, la discriminación, porque se asociaba que todo consumo conllevaba ese tipo de problemáticas. Basado en este enfoque de prevención de riesgos, que tú nos traes hoy, ¿qué papel tienen el estigma y la discriminación? ¿Qué relación tienen con la salud mental de las personas que consumen? Por clarificar, antes, un concepto que has sacado a la luz, al final, los riesgos están en todos los consumos de drogas, siempre. Pero, ojo, son riesgos; no son daños. Eso quiere decir que puede suceder un daño o puede no suceder. Dicho esto, que haya un riesgo en un consumo no quiere decir que se vaya a dar siempre el daño en ese consumo. Ahí es dónde se hace esa diferenciación entre consumos que no conllevan daños, aunque riesgos siempre tengan, como consumos medicinales o consumos, incluso recreativos, hechos con precaución, y consumos que, al final, acaban conllevando un daño porque se hacen sin el instrumento y sin las medidas de precaución que deberían estar. Hablando del estigma; el estigma es uno de los daños, probablemente, más visibles del consumo de sustancias, porque es un daño que sucede, aunque no suceda un daño físico. Es decir, una persona en el momento que consume una droga, entendamos como droga ilegal, esa persona ya va a estar sujeta a un juicio social; va a estar sujeta a una discriminación de algún tipo. Va a ser ya un elemento que, aunque ese consumo no le haya acarreado ningún daño físico a su salud ya va a tener ese San Benito colgado; ya va a ser algo que socialmente va a diferenciar a esa persona de las demás. Y eso por desgracia, es algo que está ahí, en la sociedad. Las drogas ilegales acarrean ese tipo de estigmas que, además, dificultan enormemente la intervención sociosanitaria posterior, porque una persona que está haciendo una conducta que se considera ilegal y que encima acarrea ese estigma, o ese tabú social, va a tener muchas más dificultades a la hora de sincerarse o de confesarle este tipo de conductas a su médico de cabecera, por ejemplo, que podría derivarle a un servicio psicológico en el cual pudiesen ayudarle en el caso de que tuviesen algún problema, va a tener mucha más vergüenza a la hora de hablar de estas cosas con su familia, con su amigos. Al final, se va a aislar, inevitablemente. Gente de todos aquellos vínculos que podrían ayudarle en el caso de que su consumo llegase a ser problemático. Cuando el consumo no es problemático ese estigma también puede ser problemático, es decir, una persona que está consumiendo una sustancia de forma recreativa ocasional puede verse dañada por esa imagen social de tabú o de discriminación asociada al consumo, pese a que esa sustancia no esté generando ningún daño en su cuerpo. Entonces, es un elemento realmente perversivo y que es muy importante que sea socialmente deconstruido, que se trabaje sobre él para intentar superarlo. Porque así como el consumo de una sustancia prescrita por un médico no acarrea normalmente ese estigma, esa misma sustancia en la misma persona puede acarrear en un estigma muy grande solamente cambiando esa variable de si se consume por prescripción médica o por placer. Y ahí es donde entramos también en el famoso debate, que no vamos a avanzar ahora, pero porque todos los elementos que generan placer en nuestra sociedad se han considerado tabú tradicionalmente, el sexo, todo tipo de elementos de diversión o de placer, muchas veces están proscritos sin ninguna razón aparente salvo el criterio moral. Claro, me imagino que esto tiene mucho que ver con también ese contexto cultural. Y esto también me lleva a pensar como a veces esto que ya hemos llamado como la lucha contra las drogas. A pesar de que probablemente tenga un motivo muy rescatable, que pueda ser solucionar este tipo de problemáticas que se han venido dando por algún tipo de consumo, la realidad es que consiguen lo contrario, un poco lo que tú nos dices, el estigmatizar así todo el consumo, de meterlos en el mismo saco, nos hace pensar que entonces les ponemos más barreras en el acceso a las intervenciones que pueden ser más beneficiosas para las personas que lo necesitan. O incluso, como nos dices tú, los que ni siquiera lo necesitan puede que se vean excluidos por este estigma y acaben formando parte de ese mismo saco sin que necesariamente lo hubieran sido. Y claro, me imagino que eso también lleva al debate de qué fue antes, como el huevo y la gallina, ¿qué es antes? La exclusión o el consumo. O una persona está excluida porque consume o consume porque tiene unas connotaciones sociales de exclusión. Pero un poco siento en todas estas variables en cuenta que nos mencionas, ¿cómo crees que estas estrategias podrían ser más accesibles a la comunidad? Es decir, teniendo en cuenta estas barreras de acceso, que ya muchos formamos parte de este contexto tradicional en el que las drogas tienen este estigma, donde existen barreras también de acceso en los sistemas de salud, ¿en qué consideras que podrían ser las estrategias más accesibles a la comunidad? Partiendo de la base, primeramente, de que el consumo de drogas legales, como pueden ser la cafeína, el alcohol o el tabaco rara vez implican una exclusión social, yo abogaría por el hecho de que la ilegalidad o ese tabú es uno de los principales factores que acaban llevando a esa exclusión social a las personas que consumen drogas ilegales frente a las legales. Teniendo en cuenta que muchas veces el consumo de drogas legales puede acarrear los mismos o mayores problemas que drogas ilegales. No olvidemos que tanto el alcohol como el tabaco son probablemente las dos drogas más letales que conoce nuestra sociedad y de las más adictivas, y en cambio, su consumo no suele conllevar una exclusión social frente a cualquier otra droga ilegal que, en muchos casos, puede ser mucho menos tóxica para el cuerpo pero automáticamente conlleva esa exclusión social. Y ahí es donde un poco entramos en el tema de las barreras que has mencionado antes, una de las principales barreras que existen en el tema del mundo de las drogas a la hora de buscar ayuda o a la hora de entrar en contacto con los recursos que podrían ayudar a estas personas es el juicio. Las personas tememos ser juzgadas cuando nos acercamos a un médico, tememos ser juzgadas cuando nos acercamos a un psicólogo, tememos ser juzgadas cuando nos acercamos a cualquier figura de autoridad o a cualquier figura de apoyo y eso es, por desgracia, lo que sucede con las drogas. Si tú vas al médico para comentarle que un consumo de café está siendo problemático en tu casa, probablemente el médico te va a recomendar tomar menos café, intentar descansar mejor, intentar espaciar más los consumos de café. En cambio cuando tú vas por un consumo de sustancias, probablemente la percepción que vas a recibir del psicólogo, del médico o del profesional de la atención que te atienda va a ser automáticamente negativa. Te va a juzgar, te va a mirar mal, te va a decir "no puedes hacer esto, tienes que dejarlo ya". Incluso en algunos países se puede llegar al extremo de que se produzcan denuncias policiales o incluso criminalización a aquellas personas por el simple hecho de haber consumido sustancias. Entonces esa diferencia en el trato, que es muy moral, que está muy relacionada con la moral porque hablando de sustancias no hay tanta diferencia química entre estimulantes como pueden ser el café, u otros estimulantes que pueden estar en la ilegalidad en muchos casos. Muchas veces tenemos similaridades farmacológicas pero hay una gran diferencia y proviene precisamente de esa guerra contra las drogas que he mencionado antes que, si bien se originó con una serie de motivos que podían ser más o menos loables, se ha convertido en un monstruo que al final lo que está haciendo es generar más daño en los consumidores. Porque la guerra contra las drogas es responsable del auge de la criminalidad en torno a las drogas, de que exista un mercado negro enorme, un monopolio criminal del tráfico de drogas, de la adulteración de sustancias, que no se pueden analizar químicamente o en pureza porque provienen de un mercado negro que no tienen un certificado de calidad. De ese tabú, de esa desinformación que es culpable de gran parte de los daños de drogas, la desinformación que existe. Si tú vas a una farmacia sabes lo que estás comprando, sabes la pureza que tiene, sabes la dosis, tienes un prospecto que te indica lo que debes hacer, lo que no debes hacer, con qué cosas puede interactuar, qué cosas pueden ser peligrosas. En cambio en el mercado de las drogas ilegales, en el mercado negro, no existe esa información. Si una bolsa llena de unos polvos blancos y no sabes ni la dosificación, ni la pureza que tiene, ni viene con un prospecto de instrucciones. Al final todos esos son barreras enormes que hacen que el estigma y el tabú crezcan y que ese miedo a ser juzgado, ese miedo a confesar que se tiene un problema con las sustancias, haga que el individuo que lo necesita no pueda tener acceso a esos recursos que realmente serían los que podrían salvarle en caso de necesitarlo. E incluso personas que no lo necesitan, como hemos comentado antes, se ven incluso amenazadas por los riesgos que se derivan de ese estatus de ilegalidad y de tabú si necesitara realmente una ayuda real. Y al final puede ser, incluso, criminalizada o terminar con problemas que se derivan exclusivamente del estatus de ilegalidad de sustancia y no de la sustancia en sí. Okey Antón. No, muy interesante. Me quedo con los conceptos que dices de tratar de evitar esos juicios, ampliar la información respecto a este tema porque al parecer, un poco con lo que nos cuentas y por el ejemplo que nos has dado también de cuando uno va a la consulta del médico, en teoría parece un paradigma que ya tenemos nosotros, lo que pasa es que no lo utilizamos para este contexto. Y que, curiosamente, cuando es algo legal probablemente ese médico sí sigue un enfoque de reducción de riesgos, nos está diciendo, "ojo con esto, consume un poco menos", "mira a ver si lo sustituyes por esto". Pero en cambio cuando es una droga ilegal ahí sí le sale todo el enfoque tradicional de la prohibición y como eso puede continuar en el aumento de esos riesgos sin que necesariamente pueda ser la intención. Claro, el enfoque tradicional es la abstinencia como única forma de evitar los riesgos derivados al consumo de drogas. El enfoque de reducción de riesgos ofrece otras alternativas a aquellas personas que entiendan que la abstinencia no es el enfoque que más les funciona, que hay personas que efectivamente prefieren no adoptar la clínica como enfoque único y deberían tener esta alternativa intermedia entre lo que sería un consumo de alto riesgo y una abstinencia total. Okey. Bueno Antón creo que ha sido súper provechosa la entrevista. Gracias por toda tu información, tu experiencia. Sé que has trabajado mucho en campo entonces conoces muy de cerca la población, has puesto en práctica estas intervenciones y has visto la realidad de sus efectos. Entonces, creo que nos va a servir mucho para el objetivo de nuestro curso. Gracias por tu tiempo y por estar aquí hoy. Muchas gracias a vosotros. Ha sido un placer.