Esta sesión sobre el Brexit la vamos a estructurar sobre los siguientes puntos: primero hablaremos de los orígenes del referéndum; luego comentaremos la campaña y los resultados del referéndum de 2016; explicaremos cómo se activaron las negociaciones bajo el paraguas del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea; comentaremos el contenido del Acuerdo de Retirada; hablaremos de la situación actual en que nos encontramos, período transitorio, y luego explicaremos una serie de reflexiones finales para discutir muy brevemente cuáles pueden ser las implicaciones del Brexit, tanto para el Reino Unido como para la Unión Europea. Pensando en los orígenes, tenemos que tener en cuenta que David Cameron, anterior primer ministro, prometió el referéndum del Brexit en el año 2013. En esos momentos no podía organizarlo porque el Partido Conservador no tenía mayoría absoluta. Gobernaban en coalición con los Liberal Demócratas, que son la fuerza política del Reino Unido, probablemente, más europeísta y, por tanto, su socio menor de coalición no permitía la organización de ese referéndum. El referéndum se celebró en el 2016 porque en el 2015, de manera, totalmente, inesperada en las elecciones, el Partido Conservador obtuvo mayoría absoluta y, por tanto, David Cameron contra su voluntad, pero se vio obligado a cumplir la promesa que él había hecho a los británicos y, por tanto, organizó un referéndum de salida del Reino Unido de la Unión Europea para el año siguiente. En los meses que preceden al 23 de junio de 2016, fecha escogida para la celebración del referéndum, la campaña se centró en cuatro grandes puntos. El primero, la economía. Parecía que en ese ámbito los partidarios de la permanencia dentro de la Unión Europea iban a ser los claros vencedores. Pero no fue así porque los partidarios de la salida fueron capaces de difundir de manera muy exitosa y convincente una idea que luego resultó ser falsa. Ellos decían que el Reino Unido contribuía con 350 millones de libras a la semana al presupuesto de la Unión Europea. La cifra real es inferior a la mitad, pero aún así, esa cifra 350 millones de libras a la semana apareció en multitud de anuncios y fue uno de los temas principales de la campaña. Otro de los grandes temas fue la inmigración. Y ahí sí que, los partidarios de la salida, pues, fueron capaces de persuadir, mayoritariamente, a la opinión pública. A pesar de que los datos y los informes nos dicen que la inmigración que procede del resto de países de la Unión Europea ha contribuido más al sostenimiento del Estado del bienestar británico, que no ha supuesto una o que no ha sufrido una excesiva carga por la llegada de estos inmigrantes, a pesar de eso, la opinión pública británica entendía o percibía que la inmigración era una gran carga y era una gran carga, sobre todo, para el Sistema Nacional de Salud, que ha sido desde hace muchos años uno de los grandes orgullos del pueblo británico. También es cierto que la crisis de los refugiados, con su punto álgido en 2015, tuvo una influencia decisiva en la opinión pública. Otro punto importante durante la campaña fue la cuestión de la soberanía o del nacionalismo, sobretodo inglés, y unas ciertas ideas, de nostalgia, respecto a un pasado imperial. Recordemos que el principal eslogan del Brexit era Take Back Control, y eso se refería, sobretodo, a esa pérdida de soberanía que, efectivamente, se produce cuando un país entra, permanece y es miembro de la Unión Europea. Pero otra cuestión que, seguramente, para muchos analistas, se ha convertido o se convirtió en algo esencial y, de hecho, no sólo en las discusiones sobre el Brexit, sino también, en muchas otras discusiones políticas, en otras sociedades occidentales, fueron los sentimientos anti establishment o ciertos sentimientos contra las élites. Es decir, una parte significativa de los votantes británicos consideraban y, todavía consideran, que han sido los perdedores de la globalización, que han sido los grandes olvidados por parte de las élites, por parte del establishment, por parte de organizaciones internacionales de las que la Unión Europea, pues, es una muestra. Y aunque quizás no confiaban en que la salida de la Unión iba a cambiar de repente o de manera significativa sus condiciones de vida, sí que veían en el referéndum del Brexit la oportunidad de golpear, la oportunidad de protestar contra las élites y contra el establishment. Y esto ha sido recogido por muchos analistas, el más famoso ha sido David Goodhart, con su libro The Road to Somewhere, en el que analiza desde esta perspectiva el referéndum del Brexit. Los resultados son ampliamente conocidos pero hay una cuestión que yo creo que merece ser subrayada y es la idea de división. División no sólo por los propios resultados, apenas un 52 por ciento a favor de la salida con un 48 por ciento a favor de la permanencia, por tanto, un resultado muy ajustado, división, también, desde un punto de vista territorial. Las diferentes entidades territoriales que forman el Reino Unido, Inglaterra, país de Gales, Escocia, Irlanda del Norte, pues ahí vemos una gran división. Mientras que Escocia, también Irlanda del Norte, votaron por la permanencia, Inglaterra y el país de Gales votaron por la salida. Y división no sólo territorial, y esta división, luego volveremos a ella, porque tiene unas consecuencias o puede llegar a tener unas consecuencias muy importantes. División, decíamos, no sólo territorial, sino también desde un punto de vista generacional. Las generaciones más jóvenes votaron de manera abrumadora a favor de la permanencia, mientras que las generaciones más mayores votaron a favor de la salida. Y se da la paradoja de que las generaciones que, probablemente, vivirán menos o sufrirán menos las consecuencias del Brexit fueron las que decidieron, precisamente, el Brexit contra la voluntad de las generaciones más jóvenes, que son las que van a vivir las consecuencias de esa decisión. Bien, una vez el Reino Unido decide la salida de la Unión Europea y tras la dimisión de David Cameron y la llegada al poder de Theresa May, al cabo de unos meses, no de manera inmediata, pero al cabo de unos meses, en marzo de 2017, se activa lo que se conoce la cláusula del artículo 50. El artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, que es un artículo que se introduce por el Tratado de Lisboa, por tanto, en vigor desde el año 2009, permite a cualquier Estado de la Unión Europea salir de la Unión. El Reino Unido envía una carta al Consejo en marzo de 2017 para iniciar las negociaciones de retirada. Esas negociaciones, en principio, se tendrían que haber cerrado en dos años, pero el propio artículo prevé que pueda haber prórrogas durante esas negociaciones, y de hecho, esto es lo que sucedió. En el año 2018, a finales del 2018, el Gobierno británico y la Unión Europea ya llegaron a un Acuerdo de Retirada, un acuerdo que tenía que fijar los términos del divorcio, dijeramos, los términos de la retirada, no fija las condiciones futuras de la relación comercial entre el Reino Unido y la Unión Europea, pero sí que fija los términos del divorcio. Se llegó a un acuerdo ya a finales de 2018, pero no se pudo, no pudo entrar en vigor ese acuerdo porque el Parlamento británico no fue capaz de llegar a un consenso y de aprobar ese acuerdo. Tras meses de intentos fallidos, Theresa May dimite como primera ministra y llega al poder, ya estamos a mediados de 2019 y llega al poder Boris Johnson, que promete renegociar ese Acuerdo de Retirada y volverlo a someter a la confianza de la cámara. Boris Johnson, ciertamente, cambia un poco y luego podemos comentar cuál es el gran cambio que consigue Boris Johnson en el Acuerdo de Retirada, tampoco es capaz de que el Parlamento británico lo apruebe y se ve obligado a finales de 2019, perdón, a organizar unas elecciones anticipadas. Después de las elecciones de diciembre de 2019, en las que el Partido Conservador y, por tanto, la propuesta de Boris Johnson, recibe una amplia, amplísima aceptación por parte del pueblo británico, entonces ya sí, el nuevo Parlamento aprueba el acuerdo de retirada y en enero de 2020, oficialmente ya, el Reino Unido deja o sale de la Unión Europea. Bien, entonces, ¿en qué situación nos encontramos? Nos encontramos en que en una situación en que el Acuerdo de Retirada ya ha entrado en vigor a partir de enero de 2020 y este Acuerdo de Retirada fija un período transitorio que va a alargarse hasta diciembre de 2020. Ciertamente, se podrían haber activado algunas prórrogas para alargar este período transitorio, pero en junio de 2020 el gobierno británico y la Unión Europea deciden que no va a haber más prórrogas y que, por tanto, el período transitorio terminará en diciembre de 2020. Este período de transitorio no altera significativamente la situación, el Reino Unido ya no es un Estado miembro de la Unión Europea, ya no participa de las decisiones, pero las normas europeas se siguen aplicando en el Reino Unido y, por tanto, los ciudadanos y las empresas no ven unas grandes diferencias, al menos formales y jurídicas. En este período transitorio es cuando tenemos que preparar la futura relación comercial entre el Reino Unido y la Unión Europea. No se sabe todavía cuál va a ser esa relación comercial, pero todo parece indicar que los británicos no quieren permanecer en el mercado interior, no quieren ningún tipo de unión aduanera y que lo que pretenden es un área de libre comercio en la que se eliminan las tasas, tarifas y cuotas a las mercancías pero, no hay una libre circulación de trabajadores y tampoco hay una contribución al mercado interior, en todo caso, esto todavía está por decidir. Una cuestión muy breve sobre el Acuerdo de Retirada, sobre el contenido del Acuerdo de Retirada, y es algo que puede tener grandes implicaciones para el Reino Unido es la cuestión irlandesa ¿Cómo permanece Irlanda del Norte, incluso, tras el final del período transitorio? Pues bien, el Acuerdo de Retirada establecía que, al menos hasta 2024, Irlanda del Norte seguiría sujeta a normas europeas ¿Por qué? Porque se quiere evitar el surgimiento de una frontera, de controles fronterizos entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Lo que pasa es que esto obliga a ciertos controles o a una cierta frontera entre Irlanda del Norte y el resto del país. Esto puede provocar un proceso de convergencia entre Irlanda del Norte e Irlanda y, por tanto, un riesgo de desintegración muy importante para el Reino Unido. Boris Johnson lo que sí que consiguió es que esto, a partir de 2024, pueda ser suprimido unilateralmente por Irlanda del Norte. En el acuerdo anterior se exigía un acuerdo también con la Unión Europea, pero esta es una de las grandes consecuencias que tiene el Brexit en el Reino Unido. Está este riesgo de desintegración que puede venir por la mayor convergencia, una progresiva convergencia entre Irlanda del Norte e Irlanda. Y también hay un gran riesgo de desintegración, por supuesto, por lo que se refiere a Escocia y la posibilidad de organizar un segundo referéndum en Escocia. Por lo que respecta, ya estamos en las reflexiones finales a las consecuencias en la Unión Europea. Hay que tener en cuenta que la Unión Europea pierde a un contribuyente neto, pierde a una potencia nuclear, pierde a una diplomacia muy consolidada y muy efectiva, pierde a uno, al principal ejército europeo, y debilita también el vínculo transatlántico. Por el contrario, es cierto, la Unión Europea quizás pueda ganar en cohesión interna.