Estamos en esta sesión para hablar de la política exterior de la Unión Europea y en particular la estrategia global de la Unión Europea, es decir, el posicionamiento de la Unión Europea en la escena internacional y cómo habla de su papel en esta escena internacional. Para abordar esta cuestión, lo mejor será referirnos a dos documentos clásicos. El primero es el documento de 2003, la estrategia de seguridad europea. El documento Solana, en el que en su inicio hablaba de que Europa no ha sido nunca tan próspera, tan segura ni tan libre como en este momento en 2003, en 13 años, de 2003 a 2016. La frase que abre la estrategia global de la Unión Europea, el nuevo documento es "Los objetivos e incluso la propia existencia de la Unión están en entredicho". Es decir, vemos un cambio absoluto de mentalidad por parte de la Unión Europea en lo que es su papel en la escena internacional. Podríamos resumir ese cambio de papel en la lógica de, "mientras que en 2003 y los años siguientes la Unión Europea trataba de proyectarse hacía el mundo para que este adoptara su modelo de integración, en 2016, en cambio, la Unión Europea pasa a protegerse del mundo y hay una serie de condicionantes que hacen que el camino en 13 años haya sido este mismo". Primero, para saber por qué ha evolucionado la perspectiva de la política exterior europea en torno a la estrategia global de 2016. Primero hay que remitirse a la situación de 2003 para entender porque entonces la Unión Europea se consideraba a sí mismo como una potencia normativa, como una potencia que quería que su modelo de integración europea se expandiese a otros lugares del mundo y es que en 2003 la situación a pesar de haber sufrido una gran división interna los europeos en torno a la intervención encabezada por Estados Unidos en Irak, la guerra de Irak, donde alguno países como España, como Portugal, como Italia, dieron apoyo en ese momento a George W. Bush al frente y Tony Blair, también del Reino Unido, dieron apoyo a la operación de Estados Unidos y otros estuvieron en contra claramente Francia y Alemania. Esa división entre europeos solo afectó un asunto de política exterior. Muy importante cierto, la guerra de Irak, pero en cualquier caso era la división alrededor de materia de política exterior. El resto de la Unión Europea y el resto del proyecto de integración europea, gozaba de buena salud. Eran los años en los que se estaba hablando de la Constitución europea, que finalmente sería rechazada, pero estaba en gestación a principios de los años 2000. Lo que tenía que ser un gran avance en materia de integración europea con la Constitución europea. Era el momento en que se estaba poniendo en circulación el euro como moneda común a los países de la zona del euro. Era el momento en que se estaba planeando la ampliación de la Unión Europea hacia los países del Este y del centro de Europa. Un momento claramente histórico, porque países que antiguamente habían estado en influidos por el bloque Soviético pasaban a formar parte de la Unión Europea. Por lo tanto, si bien en materia de política exterior, la guerra de Irak fue efectivamente un elemento divisivo, si la Unión Europea, el proyecto de integración europea gozaba de buena salud. Y de aquí la voluntad con su estrategia de seguridad de 2003, el documento Solana, de proyectar ese buen modelo de integración hacia el exterior. Básicamente. Esto se resumía en la concepción de la Unión Europea como potencia normativa. Es decir potencia internacional capaz de decir lo que es normal o lo que debería de ser normal en relaciones internacionales. Y eso el normal era el modelo de integración europea. Un modelo basado sobretodo en la protección de los derechos humanos, en la protección de la democracia, en el Estado de Derecho, todos los elementos consustanciales a la Unión Europea que tenían que ser también consustanciales a su política exterior. Por lo tanto, se trataba de replicar en otras regiones del mundo o tratar que otras regiones del mundo sobretodo adoptaran esta manera de entender la política exterior y en buena parte en contraposición a la política exterior de los Estados Unidos durante la guerra de Irak. En 2016 estos condicionantes han cambiado totalmente de aquí el giro de 2003 a 2016 en trece años. ¿Cuáles son estos condicionantes? En primer lugar, tenemos cambios globales mayores, una arquitectura global que se basa sobretodo en el auge del resto en un mundo mucho más multipolar y en unas instituciones internacionales en crisis para hacer frente y para adaptarse a este nuevo mundo. Esta multipolaridad, por supuesto, tiene efectos también en torno a las relaciones que establecen esas potencias internacionales para contribuir, para guardar y salvaguardar lo que son sus intereses nacionales. Aquí el caso de Estados Unidos es paradigmático bajo Trump. Unos Estados Unidos que se alejan de los consensos liberales de post Segunda Guerra Mundial y precisamente quieren, digamos, proteger los intereses nacionales, aislarse del mundo en buena medida, pero no sólo cambios externos, también cambios internos. La Unión Europea ha acumulado distintas crisis a lo largo de los últimos diez años. Crisis que han amenazado sus pilares existenciales, con la crisis del euro, la crisis de los refugiados, el Brexit y una desafección generalizada en muchos países de la Unión hacia la integración europea. Eso lleva a la frase de Robin Niblett en 2016, "que las amenazas más fuertes para el orden son siempre internas" y por lo tanto, en este caso, la Unión Europea ha sufrido crisis interna que han hecho tambalear algunos de sus principios fundamentales. Esto ha hecho que haya un claro reflejo en el papel de la política exterior de la Unión Europea y su manera de entender el mundo. La Unión Europea hoy se rige mediante su estrategia global de 2016, por unos nuevos principios mucho más pragmáticos, mucho más basados en cuales son los intereses de la Unión Europea, en vez de promulgar única y exclusivamente y sobretodo con los principios de la potencia normativa. En segundo lugar, habla de autonomía estratégica. Hay que reforzar la capacidad de la Unión Europea de ser actor internacional, con suficientes capacidades también en defensa y por lo tanto no podemos como europeos depender de los Estados Unidos, solo que se alejan con Trump, sobre todo de lo que es esa lógica de partenariado transatlántico. En tercer lugar, unos órdenes cooperativos regionales. Es decir, ya no queremos que otras regiones del mundo emulen a la Unión Europea, sino que entendemos que otras regiones van a seguir su propio modo de desarrollo y que tenemos que ser capaces de establecer buenas relaciones con ellas, pero no necesariamente bajo el modelo de construcción regional europeo. Y, en cuarto lugar, la reforma de la arquitectura de la gobernanza global. La Unión Europea ya no es únicamente una defensora del multilateralismo, tal y como está planteado desde final de la Segunda Guerra Mundial, sino que también aboga por una reforma de ese multilateralismo, de esas instituciones y estructuras de la gobernanza global, que necesitan adaptarse a esos cambios globales que son el auge de nuevas potencias, un mundo mucho más multipolar. Ante esta nueva concepción de la política exterior europea, cabe preguntarse sobretodo hasta qué punto la Unión Europea va a poder ser un actor geopolítico en el futuro. Así lo dicen Macron, así lo dice Merkel, así lo dice el Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell. Europa tiene que ser un actor geopolítico. La gran pregunta está en si será capaz de aunar sus instrumentos para este fin. Actuar con una voz propia, actuar conjuntamente en la escena internacional que, como hemos dicho, se ha vuelto mucho más compleja, complicada para la acción exterior de la Unión Europea.